En Halloween, Unión fue el Brujo ante Newells

I
Entiendo perfectamente que los hinchas siempre quieren ver a su equipo ganar, y es completamente válido. Después de todo, el fútbol es una pasión que se vive de manera visceral, y para el hincha, cada partido es una oportunidad de sentirse orgulloso de su equipo, de disfrutar del triunfo y de celebrar la gloria momentánea. Los tres puntos, la victoria, son el objetivo inmediato y lo que genera felicidad en el corto plazo. Sin embargo, desde la perspectiva de un periodista deportivo, es necesario ir más allá de la emoción de la victoria y entender que nuestra labor no es sólo narrar lo que sucede en el campo, sino también ofrecer un análisis más profundo, más estructurado, que vaya más allá de los resultados y que permita ver lo que ocurre en el proceso. El fútbol no se trata solo de ganar, sino de cómo se gana, qué se transmite con el rendimiento de los jugadores, y qué tan sostenibles son los resultados obtenidos. Los periodistas, como comunicadores, tenemos la responsabilidad de observar lo que otros, quizás más impulsivos o cegados por la emoción, no suelen ver. Claro, esto implica despojarnos un poco de la pasión y el fervor del hincha para evaluar el panorama con una mirada más crítica, más analítica, sin perder de vista el contexto y las implicancias a largo plazo. Es cierto que cuando un equipo gana, la euforia suele nublar la vista, pero nuestra labor es ofrecer una visión más amplia, que no solo se base en lo inmediato. Hay que ser realistas y reconocer tanto las virtudes y los defectos de un equipo, en este caso el de Unión. No solo cuando las cosas van bien, como ahora, luego de este enorme triunfo ante Newell ‘s en el Parque de la Independencia (no sucedía desde el 2002), sino también cuando se presentan dificultades. En el caso de Unión, se observó una victoria que la tuvo que trabajar. El Polaco Goyeneche recitaba en uno de sus tangos: primero hay que saber sufrir, después amar, después partir. Y eso fue lo que terminó sucediendo. Sin embargo, el rendimiento dejó muchas dudas. Porque del otro lado, estaba Newells: De hecho, algunos incluso oscilan entre considerar a este Newell ‘s como el peor de la historia del siglo XXI, comparándolo con el equipo que descendió por primera y única vez en la década de los 70. Si bien es un juicio de valor que podría parecer exagerado en algunos círculos, la realidad de la situación deportiva del club, sumada a sus decisiones erradas, parece dar la razón a quienes sostienen esa postura. La reciente salida de Cristian Fabbiani, cuya gestión terminó siendo un fracaso rotundo tras la eliminación temprana en la Copa Argentina, es una muestra más de que este Newell ‘s siempre puede estar peor. Con el ciclo del Ogro completamente agotado, el club parece estar atrapado en una espiral negativa que lo empuja cada vez más hacia el abismo. Cada intento de resurgir, cada cambio de entrenador, ha dejado a la institución más confundida, más perdida y más hundida, hasta el punto de convertirse en un problema estructural sin solución rápida a la vista.
II
Cada proceso que ha pasado por las manos de Newell’s en los últimos años ha sido una historia de fallos en las decisiones más trascendentales, que se han traducido en una caída constante en el nivel de rendimiento, la confianza y las expectativas del club. Con cada cambio de técnico, la promesa de un nuevo comienzo se ha ido desvaneciendo, y en su lugar ha quedado un escenario cada vez más desolador, donde la competitividad parece ser una meta inalcanzable. Y es que, en un club que históricamente ha sido protagonista en el fútbol argentino, ahora parece alejarse cada vez más de esa esencia, con un plantel descoordinado y sin rumbo. El despido de Fabbiani, a pesar de la apuesta inicial por su perfil joven y motivador, termina siendo la confirmación de que las expectativas se estrellaron contra la cruda realidad de un equipo incapaz de reaccionar. La crisis, ya estructural y profunda, no solo afecta a los jugadores, sino que también deja en evidencia las urgencias de un club que, año tras año, parece perderse un poco más. En los últimos 12 años, Newell’s no ha logrado siquiera pelear un torneo con seriedad. Los campeonatos pasan y el equipo sigue estando a años luz de la lucha por el título, o al menos de estar cerca de una clasificación competitiva. La falta de consistencia en la liga nacional se ha convertido en un sello distintivo del club. Ni siquiera los esfuerzos por encontrar un camino a través de distintas direcciones técnicas han dado frutos. Cada entrenador que ha llegado al Parque Independencia ha caído rápidamente en la rueda del fracaso. Un ejemplo claro de esto fue el paso de Mariano Soso, quien dejó un legado ambiguo por la complejidad de sus ideas y su incapacidad para conectar con el equipo. A Soso le siguió Fabbiani, quien llegó con grandes expectativas, pero rápidamente se dio cuenta de que la situación estaba muy por encima de sus posibilidades. La presión, las carencias de un plantel limitado y la fragilidad defensiva hicieron que su gestión se desmoronó más rápido de lo que muchos habían anticipado. El ciclo de Fabbiani fue una montaña rusa emocional para los hinchas de Newell ‘s. Su llegada a la 7ª fecha del Apertura 2025, tras una dura derrota en el clásico rosarino, parecía el inicio de un nuevo aire, pero su primer partido, con una derrota 2-0 ante Barracas Central, mostró que la realidad del club era mucho más compleja. Aunque el técnico trató de hacer ajustes tácticos y apostó por una defensa sólida respaldada por un Keylor Navas que brindaba seguridad, la falta de gol y la ineficiencia ofensiva fueron factores determinantes en el fracaso de su proyecto. A pesar de los intentos por mejorar con apuestas de jugadores experimentados, la realidad es que Fabbiani no pudo generar una transformación en el equipo. La relación con el gol, siempre tormentosa, se mantuvo sin cambios y el equipo siguió siendo incapaz de competir a la altura de los grandes. Incluso con la llegada de refuerzos como Darío Benedetto, quien estaba llamado a ser el goleador, la inversión resultó infructuosa. Benedetto no solo estuvo mucho tiempo lesionado, sino que cuando tuvo la oportunidad de brillar, falló un penalti crucial contra Belgrano, lo que terminó por desmoronar la moral del grupo. Esta falta de respuesta por parte de los refuerzos, sumada a la incapacidad de los jugadores de aportar un rendimiento satisfactorio, hizo que Fabbiani se viera atrapado en un callejón sin salida. Otro ejemplo claro de la confusión que reinó durante el ciclo de Fabbiani fue la incorporación de jugadores que no cumplieron con las expectativas. El caso de Gaspar Iñíguez es especialmente llamativo. Fabbiani lo había tenido bajo su mando durante meses en Bella Vista y conocía perfectamente sus limitaciones. Sin embargo, lo fichó igual, lo que demuestra la falta de claridad en las decisiones deportivas del club. A lo largo del ciclo de Fabbiani, también se destacaron las malas actuaciones de jugadores como Banega, el capitán del equipo, quien nunca asumió el liderazgo que se esperaba de él. Su rendimiento decayó hasta llegar al punto de recibir una tarjeta roja en un momento de desesperación. El club también se vio envuelto en un sinfín de decisiones cuestionables: la llegada de jugadores como Fabián Noguera, Martín Fernández y Jherson Mosquera, entre otros, fue un fracaso rotundo, ya que ninguno de ellos logró marcar la diferencia que el club necesitaba. Y si bien algunos jugadores fueron revalorizados por Fabbiani, como Juanchón García, Martín Luciano y Saúl Salcedo, todos tuvieron momentos complicados y no aportaron lo necesario para revertir la situación. En el plano de las competiciones, la Copa Argentina fue la única instancia en la que Newell ‘s mostró algo de esperanza, aunque sólo fuera por un breve período. Lograron superar tres rondas, pero la eliminación ante Belgrano en los cuartos de final fue una derrota que dejó claro que el equipo no estaba ni cerca de competir al más alto nivel. En el campeonato local, el ciclo de Fabbiani culminó con una marca deplorable: solo un triunfo en los últimos 10 partidos. Ese único triunfo, 2-0 ante Atlético Tucumán, fue un espejismo en medio de una temporada caótica. La derrota ante Central, que significó no utilizar a un solo jugador formado en sus inferiores para enfrentar a su eterno rival, fue un golpe bajo que dejó al club aún más desdibujado. Finalmente, el ciclo de Fabbiani terminó como muchos lo predecían, con un Newell ‘s en caída libre. Con tierra arrasada y la crisis profundizando, el club se encuentra ahora sumido en una lucha por evitar el descenso, en medio de un mar de decisiones erradas, crisis de identidad y falta de rumbo. El escenario no podría ser más alarmante. Newell ‘s sigue dando tumbos, buscando a un “piloto de tormenta” que, por ahora, parece más necesario que nunca. Pero el futuro sigue siendo incierto y el descenso acecha cada vez más cerca. Cuando Lucas Bernardi asumió la dirección técnica de Newell ‘s Old Boys, su llegada fue recibida con una mezcla de esperanza y desesperación. La misión era clara y, al mismo tiempo, aterradora: evitar lo que muchos veían como la peor tragedia futbolística en la historia del club. La amenaza del descenso, esa sombra que se cierne sobre cualquier institución de prestigio, estaba más cerca que nunca, y la situación de La Lepra era crítica. En medio de esa tormenta, figuras de peso dentro del mundo rojinegro no dudaron en unirse a la causa de Bernardi. Durante la semana previa a la serie de encuentros decisivos, una comitiva de pesos pesados del club se acercó al predio de Bella Vista para brindar su apoyo incondicional al equipo y a su nuevo entrenador. Entre ellos se encontraban nombres históricos que han sido fundamentales en la construcción de la identidad de Newell’s: el Tata Martino, Roque Alfaro, Maxi Rodríguez, Ignacio Scocco, y otros emblemas como Pomelo Mateo, el Gordo Speduti, Iván Gabrich, Diego Quintana y Luciano Vella. Todos ellos, con su presencia, dejaron claro que la unidad del club no se pierde, ni siquiera en los momentos más oscuros, y que el respaldo a Bernardi era más que necesario. La misión que tenía por delante no solo era la de un entrenador cualquiera, sino la de un salvavidas para la institución.

III
El reto que enfrentaba Lucas Bernardi no podía ser más grande ni más complicado. En tres partidos se iba a definir el futuro inmediato del club, y todos sabían que cualquier paso en falso podría significar el descenso. No se trataba sólo de una cuestión técnica, sino de un desafío que involucra emociones, presión, y la historia misma de uno de los más grandes del interior y del fútbol argentino. En el parque Independencia eran plenamente conscientes de lo que estaba en juego. Las urgencias y las necesidades se convertían en factores de doble filo, capaces de jugar a favor o en contra del equipo, dependiendo de cómo se manejara la situación. La ansiedad y la tensión eran palpables, pero al mismo tiempo, el respaldo de las viejas glorias del club aportaba un poco de calma y confianza en medio del caos. La serie de partidos que tendría que enfrentar Bernardi era, por decir lo menos, un desafío monumental. El primero de esos tres encuentros decisivos sería ante Unión, en Rosario, un rival que no solo estaba jugando bien, sino que también tenía una necesidad de puntos que lo hacía peligroso. Tras ese choque, el equipo de Bernardi tendría que viajar a Parque Patricios para enfrentarse a Huracán, un equipo que también luchaba por no caer en la zona de peligro. Y para culminar la seguidilla, Newell’s tendría que recibir a Racing en el Coloso del Parque, un rival de peso, con jugadores de gran calidad y un equipo que, si bien no peleaba por el título, no iba a regalar nada. Estos tres partidos serían los que decidirán el destino inmediato del club, y la presión sobre el entrenador y sus jugadores era insostenible. La suerte de Newell’s en el certamen dependía exclusivamente de esos encuentros. En ese contexto, la apuesta de Bernardi pasaba por encontrar el equilibrio justo entre los jugadores más experimentados, aquellos con trayectoria y peso en la historia del club, y los jóvenes de la cantera, que, a pesar de la falta de experiencia, tenían una energía fresca que podría ser crucial en estos momentos tan complicados. En ese sentido, el mix que planteaba Bernardi era fundamental. Necesitaba contar con la solidez y la tranquilidad de los jugadores con mayor recorrido, pero al mismo tiempo, entendía que el empuje y la frescura de los chicos de la casa podrían hacer la diferencia. A veces, la juventud es la chispa que se necesita en momentos de tensión extrema, y Bernardi lo sabía bien. Pero al mismo tiempo, no podía permitirse que la ansiedad o la falta de madurez de los más jóvenes los llevara a cometer errores decisivos. En esos tres encuentros, cada jugada, cada pase y cada decisión serían cruciales, y el entrenador tendría que ser capaz de manejar no solo los aspectos tácticos del juego, sino también las emociones de un plantel que estaba viviendo uno de los momentos más complejos de su historia reciente.
IV
Decía en el comienzo del análisis que la victoria había sido por demás ajustada. Y como periodistas, debemos ser lo suficientemente responsables como para señalar esas inquietudes, no solo cuando las cosas salen mal, sino también cuando un resultado positivo puede estar encubriendo falencias que no son tan fáciles de ver a simple vista. Sinceramente, y habiendo analizado el desarrollo del juego, no me imagino viendo a Unión clasificar a unos hipotéticos cuartos de final. Esto no es un juicio de valor arbitrario, ni una crítica destructiva, sino una reflexión basada en el análisis del rendimiento mostrado en el campo. Si bien la victoria ante Newell ‘s cortó una racha nefasta de 23 años sin victorias en Rosario, el rendimiento futbolístico dejó muchas preguntas sin responder. La verdadera pregunta que debemos hacernos, como periodistas, es: ¿Cómo se va a enfrentar Unión a equipos con más jerarquía y mejores condiciones físicas y tácticas? No es lo mismo ganar de manera ajustada a un equipo en crisis como Newell ‘s, que ganar a un equipo que llegue a cuartos de final con una estructura de juego más sólida, con mayor capacidad de respuesta en momentos difíciles, con jugadores más experimentados y con mayor capacidad para imponer su juego. En este sentido, la victoria contra Newell ‘s, aunque valiosa, no debe ser una excusa para ignorar las carencias que todavía existen en el equipo. Es más, puede ser contraproducente, ya que, en lugar de fomentar la autocrítica y el análisis constructivo, puede generar una falsa sensación de que todo está bien y que no hay nada por mejorar. Si uno se detiene a analizar cómo fue la transformación durante los noventa minutos, se dará cuenta de que la victoria no fue fruto de una superioridad manifiesta, sino de ciertos errores del rival y de una serie de jugadas que pudieron haberse resuelto de otra manera si el partido hubiera sido más exigente. Y ahí radica el verdadero reto para el equipo de Unión. La victoria ante Newell ‘s fue importante, sin duda, pero no puede ser vista como una solución definitiva o como un indicio de que el equipo está listo para afrontar desafíos mayores. Los equipos que avanzan a cuartos de final, en competiciones exigentes, son aquellos que tienen una estructura sólida, que tienen jugadores capaces de gestionar momentos de presión, que tienen un plan de juego claro y que son capaces de imponer su estilo ante cualquier tipo de adversidad. En este caso, Unión mostró debilidades evidentes en su estructura de juego. La falta de claridad en los metros finales, la incapacidad para dominar el medio campo durante largos tramos del partido, y la dificultad para mantener la posesión del balón en situaciones clave, son aspectos que no pueden pasarse por alto. Estos son los puntos que, a futuro, podrían costarle caro si el equipo se enfrenta a rivales de mayor jerarquía, que sabrán explotar estas falencias. Es aquí donde el rol del periodista se vuelve crucial: no se trata solo de reflejar lo que el hincha quiere escuchar, sino de ofrecer una mirada más completa sobre lo que realmente está pasando en el equipo. Si bien los hinchas tienen todo el derecho de celebrar un triunfo, es nuestra responsabilidad no solo decir que ganó, sino también cuestionar el cómo y el porqué. La victoria ante Newell’s no debe nublar el análisis crítico y honesto sobre el nivel de juego que mostró el equipo, porque si no se hace ese ejercicio de reflexión, el equipo podría estar cegado por el triunfo y no ver las falencias que necesita corregir para poder pensar en avanzar a etapas superiores en futuras competiciones. Como periodistas, nuestra función es mirar más allá del resultado inmediato y pensar en las repercusiones a largo plazo, porque el fútbol no se reduce a una victoria Es esencial no perder de vista las realidades estructurales que enfrenta Unión. La victoria ante Newell’s fue un alivio temporal, pero no resuelve cuestiones fundamentales sobre el equipo y la institución en general. El fútbol argentino atraviesa momentos de incertidumbre, y en el caso de Unión, la falta de estabilidad tanto a nivel deportivo como institucional también juega un papel clave. La situación interna del club, las decisiones de los dirigentes y la ausencia de un presidente con un proyecto sólido afectan directamente el rendimiento del equipo. En este tipo de contextos, las victorias son más efímeras, ya que la falta de un proyecto a largo plazo puede ser la piedra en el zapato que haga imposible sostener el éxito. Un equipo que, en los momentos más importantes del encuentro, termina pidiendo la hora, que no logra tener el control del juego y que sufre con las transiciones defensivas, no parece tener el nivel necesario para competir en fases más avanzadas de una competencia, como lo serían los cuartos de final. Es una cuestión de calidad de juego, de consistencia, de ideas claras, y en ese aspecto, Unión estuvo lejos de mostrar una solvencia que le permita aspirar a más en un contexto de mayor presión.
V
La verdadera pregunta que debemos hacernos, como periodistas, es: ¿Cómo se va a enfrentar Unión a equipos con más jerarquía y mejores condiciones físicas y tácticas? No es lo mismo ganar de manera ajustada a un equipo en crisis como Newell’s, que ganar a un equipo que llegue a cuartos de final con una estructura de juego más sólida, con mayor capacidad de respuesta en momentos difíciles, con jugadores más experimentados y con mayor capacidad para imponer su juego. En este sentido, la victoria contra Newell’s, aunque valiosa, no debe ser una excusa para ignorar las carencias que todavía existen en el equipo. Es más, puede ser contraproducente, ya que, en lugar de fomentar la autocrítica y el análisis constructivo, puede generar una falsa sensación de que todo está bien y que no hay nada por mejorar. Si uno se detiene a analizar cómo se comportó el equipo durante los noventa minutos, se dará cuenta de que la victoria no fue fruto de una superioridad manifiesta, sino de ciertos errores del rival y de una serie de jugadas que pudieron haberse resuelto de otra manera si el partido hubiera sido más exigente. Y ahí radica el verdadero reto para el equipo de Unión. La victoria ante Newell’s fue importante, sin duda, pero no puede ser vista como una solución definitiva o como un indicio de que el equipo está listo para afrontar desafíos mayores. Los equipos que avanzan a cuartos de final, en competiciones exigentes, son aquellos que tienen una estructura sólida, que tienen jugadores capaces de gestionar momentos de presión, que tienen un plan de juego claro y que son capaces de imponer su estilo ante cualquier tipo de adversidad. En este caso, Unión mostró debilidades evidentes en su estructura de juego. La falta de claridad en los metros finales, la incapacidad para dominar el medio campo durante largos tramos del partido, y la dificultad para mantener la posesión del balón en situaciones clave, son aspectos que no pueden pasarse por alto. Estos son los puntos que, a futuro, podrían costarle caro si el equipo se enfrenta a rivales de mayor jerarquía, que sabrán explotar estas falencias. Es aquí donde el rol del periodista se vuelve crucial: no se trata solo de reflejar lo que el hincha quiere escuchar, sino de ofrecer una mirada más completa sobre lo que realmente está pasando en el equipo. Si bien los hinchas tienen todo el derecho de celebrar un triunfo, es nuestra responsabilidad no solo decir que ganó, sino también cuestionar el cómo y el porqué. La victoria ante Newell’s no debe nublar el análisis crítico y honesto sobre el nivel de juego que mostró el equipo, porque si no se hace ese ejercicio de reflexión, el equipo podría estar cegado por el triunfo y no ver las falencias que necesita corregir para poder pensar en avanzar a etapas superiores en futuras competiciones. Como periodistas, nuestra función es mirar más allá del resultado inmediato y pensar en las repercusiones a largo plazo, porque el fútbol no se reduce a una victoria Es esencial no perder de vista las realidades estructurales que enfrenta Unión. La victoria ante Newell’s fue un alivio temporal, pero no resuelve cuestiones fundamentales sobre el equipo y la institución en general. El fútbol argentino atraviesa momentos de incertidumbre, y en el caso de Unión, la falta de estabilidad tanto a nivel deportivo como institucional también juega un papel clave. La situación interna del club, las decisiones de los dirigentes y la ausencia de un presidente con un proyecto sólido afectan directamente el rendimiento del equipo. En este tipo de contextos, las victorias son más efímeras, ya que la falta de un proyecto a largo plazo puede ser la piedra en el zapato que haga imposible sostener el éxito.
VI
Unión necesita encontrar un equilibrio que le permita ilusionarse con algo más. No puede seguir dependiendo de momentos aislados de destreza individual o de victorias que llegan más por el desgaste del rival que por la propia propuesta futbolística. En este sentido, es importante que los jugadores, el cuerpo técnico y los dirigentes comprendan que el trabajo en conjunto, la planificación y la consistencia son la clave para seguir creciendo. Los hinchas, sin lugar a dudas, quieren ver a su equipo ganar, pero también desean ver un equipo competitivo, que se prepare para los desafíos con seriedad y compromiso. Este tipo de trabajo de largo plazo, con una propuesta de juego clara y una estructura que respalde esa propuesta, es el que permitirá que Unión pueda realmente soñar con objetivos más ambiciosos en el futuro. A corto plazo, es importante que el equipo entienda que no basta con ganar por ganar. Un equipo que juega de manera errática, que se ve perdido en el campo de juego, que no tiene un plan claro y que no consigue mantener el control del partido, corre el riesgo de ser superado en cualquier momento. Este tipo de partidos, en los que el rival genera más oportunidades de las que debería, son una advertencia para lo que está por venir. Si Unión no mejora sus aspectos tácticos, su organización defensiva y la forma en que maneja los partidos, los errores acumulados tarde o temprano le pasarán factura. Además, la falta de claridad ofensiva es otro punto crítico. Aunque algunos jugadores de la delantera tienen destellos de calidad, no hay una estructura ofensiva que permita aprovechar esas individualidades de manera efectiva. Si bien los goles de Agustín Colazo en los últimos partidos han sido valiosos, la realidad es que el equipo depende en exceso de jugadas puntuales o de errores del rival para marcar. Esto no es sostenible, especialmente en una fase de eliminación directa, donde el margen de error es mínimo. Si Unión no logra desarrollar una forma de juego ofensivo más sólida, con mayor fluidez en los pases, mayor volumen de llegadas al área y más definición en los últimos metros, no podrá hacer frente a equipos con mejores defensas y más organización táctica. El problema es que, si bien el equipo mostró actitud y pelea, eso no es suficiente para avanzar a etapas superiores en un torneo tan competitivo. El esfuerzo es necesario, pero no suficiente. El equipo debe mejorar en aspectos técnicos, tácticos y físicos para ser más competitivo a nivel nacional e internacional. No basta con correr, luchar y tratar de aprovechar el desgaste del rival; el fútbol moderno exige más que eso. Para poder competir en instancias de eliminación directa, Unión deberá mejorar su capacidad para sostener la pelota, para crear jugadas colectivas que desequilibren al rival, y para mantener la calma en los momentos más complicados. Si el equipo no avanza en ese sentido, la victoria ante Newell’s puede quedar en una anécdota aislada, sin repercusiones duraderas. El fútbol argentino ha cambiado mucho en los últimos años, y los equipos que llegan lejos en las competiciones son aquellos que tienen una estructura sólida, que no solo dependen de su calidad individual sino también de una idea colectiva clara. Unión, por el momento, aún no ha demostrado esa solidez colectiva. A pesar de tener buenos jugadores y una plantilla que, en algunos momentos, sabe lo que hace, no tiene aún la consistencia necesaria para aspirar a un título o a una clasificación a competiciones internacionales. Esto no quiere decir que no haya potencial, sino que todavía falta mucho trabajo por hacer. Si el club no toma conciencia de ello y sigue dependiendo solo de sus individualidades, en lugar de buscar una mejora colectiva, el futuro será incierto. En ese sentido, lo que vimos ante Newell’s, a pesar de la victoria, es una advertencia clara sobre lo que se debe mejorar. Es un hecho que el hincha no se conforma solo con ganar partidos; quiere ver un proyecto, quiere ver que el equipo está comprometido con un camino a largo plazo. Las victorias por sí solas no son suficientes si no se acompañan de un proceso bien estructurado. En este contexto, los periodistas también tenemos la obligación de ser claros y objetivos con nuestra visión. No se trata de desmerecer una victoria histórica como la de Newell’s, pero sí de ofrecer un análisis sincero sobre las debilidades que el equipo aún tiene y que podrían costarle caro en el futuro. Porque si bien la alegría de ganar es algo que se celebra en el momento, los resultados negativos, cuando lleguen, serán más difíciles de afrontar si el equipo no ha corregido sus falencias. El hincha, que es quien vive el fútbol con una pasión inquebrantable, tal vez no quiera escuchar que su equipo está lejos de ser perfecto. Pero como periodistas, nuestro compromiso es ofrecer una visión completa, que contemple tanto las virtudes como las limitaciones. Y si bien es fundamental reconocer los avances y las victorias, también es necesario señalar las áreas que necesitan ajustes. Es nuestra responsabilidad mantener un balance entre la euforia del triunfo y el análisis crítico, que permita comprender que, en el fútbol, lo que realmente importa no es solo ganar, sino también cómo se juega, cómo se construye el futuro y cómo se resuelven los problemas para seguir avanzando. puntual, sino a un proceso continuo que debe ser evaluado en su conjunto.

VII
No se puede vivir solo de victorias momentáneas o de resultados aislados. Si, fue importante la victoria: en primer lugar, porque arrancó la fecha siendo el único líder de la Zona A, y dio un paso importante para clasificarse entre los mejores 8. Los hinchas pueden estar contentos hoy por el triunfo ante Newell ‘s, pero es fundamental que los dirigentes, el cuerpo técnico y los jugadores se detengan a pensar en lo que está por venir. La diferencia entre un equipo que queda eliminado en octavos de final y uno que llega a una semifinal o incluso a la final radica en el trabajo a largo plazo, en la capacidad para corregir errores y evolucionar constantemente.Por eso, no podemos quedarnos solo con el resultado de la victoria ante Newell’s. Aunque haya sido una victoria histórica y emocionalmente importante para el club, la realidad es que el rendimiento colectivo deja mucho que desear. No se trata de desmerecer el esfuerzo de los jugadores ni de cuestionar su compromiso, pero la realidad es que este equipo aún no está a la altura de los equipos que competirán por cosas serias. En el fútbol no basta con tener algunos buenos momentos de individualidades; el equipo debe lograr una cohesión táctica que le permita afrontar partidos de alto nivel con seguridad, no con sobresaltos. Si ese trabajo no se hace, el temor es que la competitividad en instancias decisivas se desvanezca rápidamente. Por otra parte, la presión también recae sobre el cuerpo técnico y sobre los dirigentes. Si bien el rendimiento de los jugadores es el que se ve en el campo, el trabajo que se hace desde la dirección técnica es el que permite que ese rendimiento se traduzca en un equipo sólido y competitivo. La capacidad de Madelón, a pesar de las dificultades que atraviesa el equipo, es clave en este proceso. Sin embargo, la gestión deportiva debe ir más allá del trabajo en la cancha. La planificación de los refuerzos, la capacidad para ajustar tácticamente según el rival, y la identificación de las fortalezas y debilidades de cada jugador son determinantes en el proceso. Los dirigentes también deben estar comprometidos con el futuro del club, garantizar que haya recursos suficientes para el crecimiento, y mantener la calma ante los altibajos que naturalmente se producirán en el camino. El hincha de Unión, como cualquier hincha, está acostumbrado a la intensidad y a la pasión del fútbol. Pero debe entender que este no es un deporte que se resuelve solo con corazón y ganas. Las victorias emocionales, como la de Newell ‘s, son valiosas, pero el equipo necesita trabajar más allá de esos momentos. Los hinchas quieren ver a su equipo no solo ganar, sino también crecer, desarrollarse y ser competitivo frente a los mejores. Y en ese sentido, lo que se vio ante Newell ‘s no fue un equipo que mostró una madurez futbolística ni una capacidad para sostener su juego ante un rival exigente. La idea de seguir avanzando en una competencia se basa en la regularidad, en mantener un nivel de juego constante y ser capaz de ajustar en los momentos decisivos. Las expectativas que genera un equipo como Unión deben estar en función de su evolución. Si el equipo sigue jugando de manera errática, confiando solo en su capacidad para aprovechar momentos puntuales del partido, la ambición de llegar lejos en una competencia internacional o en instancias decisivas se verá limitada. Para competir de igual a igual contra los equipos más fuertes, el equipo necesita tener una estructura sólida, tanto en lo defensivo como en lo ofensivo. La clave está en mantener un equilibrio que permita sostener el rendimiento a lo largo de toda la temporada, no solo en los momentos de euforia, sino también en los de dificultad. El análisis que hacemos los periodistas es, justamente, para ayudar a que ese proceso sea más claro. En lugar de conformarse con lo inmediato, debemos ser capaces de ver las carencias y los aspectos que deben mejorarse. No se trata de criticar por criticar, sino de señalar con objetividad las áreas en las que el equipo puede crecer. Si solo nos limitamos a celebrar la victoria ante Newell’s, estaríamos dejando de lado la oportunidad de contribuir al crecimiento del equipo. En este sentido, la crítica constructiva es una herramienta fundamental para el progreso, ya que solo a través de ella se puede identificar lo que falta y lo que se debe corregir para mejorar. El fútbol es impredecible y todo puede cambiar rápidamente. Hoy, una victoria ante un rival complicado como Newell’s puede ser el punto de partida para un crecimiento sostenido. Pero también es necesario ser conscientes de que, si el equipo no trabaja en sus falencias, las derrotas pueden llegar más temprano que tarde. Lo importante es que, más allá del resultado de un partido aislado, el trabajo constante, el aprendizaje de los errores y la capacidad para ajustarse a cada contexto, son lo que realmente define a los equipos ganadores. Solo entonces, Unión podrá aspirar a metas más altas y a convertirse en un equipo que no solo se conforme con ganar, sino que lo haga de manera sólida, coherente y con una estructura que lo respalde.
IX
Madelón no puede cometer el error de cegarse. Lo ideal, en el fútbol, siempre será jugar bien. Cuando digo «jugar bien», me refiero a ese tipo de juego que trasciende lo meramente funcional, que tiene armonía y sentido, y que genera placer tanto en el jugador como en el espectador. En este deporte, es un hecho que todos queremos ver a un equipo desplegar un fútbol estéticamente agradable, fluido, donde la pelota circula con criterio y los jugadores se entienden casi sin mirarse. Sin embargo, también sabemos que, a veces, jugar bien no es suficiente. El fútbol es un deporte de resultados, y si un equipo empieza a perder jugando bien, a pesar de que en principio se puede decir que mantiene su esencia, la realidad es que, al final, algo no está funcionando como debería. Puedes perder un partido, dos partidos, pero si ya llegas al tercero y el equipo sigue sin encontrar los resultados que se esperan, entonces podemos decir con certeza que algo ha cambiado en esa idea de jugar bien. El fútbol, al final, se mide por los puntos, y cuando estos no llegan, la capacidad de jugar bien queda en entredicho. La paradoja, por supuesto, es que el «jugar bien» no siempre coincide con obtener un resultado favorable. Y aquí entra la complejidad del juego. Todos, como aficionados, apreciamos a aquellos jugadores que tienen esa clase especial, que se destacan por su técnica, por su visión, por su capacidad de hacer parecer sencillo lo que otros complican. El buen jugador es fácil de identificar, ese que te hace decir «¡wow!» cuando hace un regate, una asistencia, o incluso cuando simplemente tiene el control del balón en una situación de presión. Su presencia en la cancha es tan notoria que te das cuenta enseguida que estás frente a alguien con una capacidad superior. Pero, por otro lado, el verdadero desafío, tanto para el técnico como para el aficionado, es identificar a esos jugadores que no gritan a todo pulmón «soy el mejor», aquellos que no siempre tienen la pelota en los pies, pero que en su manera de jugar y de posicionarse en el campo tienen una influencia vital en el rendimiento del equipo. Y es aquí donde entra en juego el ojo del maestro, el del técnico de inferiores, que es capaz de detectar a esos jugadores que tal vez no destacan en los entrenamientos con lujos y exhibiciones, pero que son capaces de entender el juego a un nivel más profundo. Ellos son los que, en el momento adecuado, aparecerán con un pase clave, una interceptación precisa o una acción que cambie el rumbo de un partido. Estos jugadores no se destacan por su exuberancia, pero son los que a menudo marcan la diferencia, y el verdadero arte de un entrenador es ser capaz de ver eso en su potencial. El fútbol no es solo un deporte de jugadas espectaculares. Si bien, como aficionados, nos deleitamos con la estética del juego —el toque de primera, la jugada en equipo, el gol de volea— también existe una dimensión táctica que, aunque menos vistosa, es igualmente efectiva. Los planteos tácticos que no siempre buscan la belleza en el juego, pero sí la eficacia, son igualmente dignos de admiración. Me refiero a esos equipos que, aunque no te deslumbran con su habilidad técnica, logran estructurar una defensa infranqueable, un muro que impide al rival penetrar, un equipo que hace del orden y la disciplina su principal carta de presentación. Esos equipos que no te permiten hacer lo que quieres, que controlan el ritmo del partido y te desestabilizan a través de su planteo estratégico, son un tipo de «jugar bien» que a veces se subestima, pero que es sumamente efectivo. La solidez defensiva, la capacidad de no dejar espacios, de hacer de la posesión del balón un elemento más dentro de un sistema colectivo bien trabajado, es una forma legítima de «jugar bien». Y esa estrategia, aunque no necesariamente brillante a nivel individual, tiene su mérito en la inteligencia táctica y en el trabajo de equipo. De hecho, a veces es este tipo de planteos los que terminan ganando los partidos, como sucedió tantas veces con equipos que, sin ser los más habilidosos, supieron aprovechar su organización y trabajo colectivo para imponerse. En definitiva, la belleza del fútbol no siempre tiene que ver con los regates y los goles de fantasía, sino con cómo un equipo es capaz de hacer su juego, ajustarse al reglamento y lograr su objetivo sin dejarse desbordar por el caos. Sin embargo, y este es un punto fundamental, la trampa no tiene cabida en el fútbol. El fútbol es un deporte que, si bien tiene su dimensión táctica y estratégica, se basa en un marco de reglas que deben ser respetadas por todos los involucrados. El fútbol pierde su esencia cuando se juega de manera ilícita, cuando se recurre a la trampa para obtener una ventaja, ya sea manipulando el reglamento, buscando atajos en lugar de trabajar en el esfuerzo legítimo. Recordemos, por ejemplo, la famosa historia de la ley del offside. Durante mucho tiempo, el uso de esta regla fue malinterpretado y hasta explotado por algunos equipos que se apoyaban en tácticas borderline para obtener ventajas, y eso, aunque técnicamente se ajustaba a las reglas, no era considerado un juego limpio. Esto llevó a la modificación de ciertas normativas, como la ley del offside, para garantizar que el fútbol siga siendo un deporte de habilidades genuinas, de trabajo en equipo, de esfuerzo y, sobre todo, de respeto por las reglas del juego. La trampa, por más que esté dentro del reglamento, nunca será bien vista, ya que va en contra de lo que realmente hace hermoso al fútbol: la competencia sana, la estrategia legítima y el respeto por el adversario.
X
La única diferencia que existió en los primeros cuarenta y cinco minutos de juego fue que el Tate logró hacer un culto de la eficacia con ese cabezazo de Agustín Colazo. Fue suficiente para marcar una clara diferencia en un primer tiempo que, por lo demás, fue muy complicado para los dirigidos por Leonardo Carol Madelón. Los primeros momentos de la contienda fueron una batalla táctica y emocional, especialmente en lo que respecta a lo que propuso en la cancha el conjunto dirigido por Lucas Bernardi, que se mostró equilibrado, parejo y algo rústico, sin grandes aproximaciones hacia los arcos. Generó una sensación de paridad que, aunque no exenta de lucha, carecía de las grandes jugadas o jugadas de peligro. Había que hablar con los hinchas para entender lo que había en juego. Muchos mencionaron que este equipo no tenía actitud ni aptitud. Y enseguida giraban la óptica de las críticas hacia una dirigencia desgastada y con escaso poder de respuesta. El fervor del hincha es imposible de detener. Y basta con ver la camiseta del club de sus amores en un campo de juego para resetear la ilusión y el apoyo. “El partido ante Unión es la final del mundo”, había declarado ante Sol Play (91.5) Cristian D’Amico, quien fue vicepresidente de la institución rojinegra entre 2016 y 2021. Su gestión se fue sin títulos y con una magra cosecha en los clásicos. Había un ambiente bastante pesado, cargado de tensión. Se veía reflejado en cada pase fallido o pelota perdida, donde la imprecisión dominaba la escena y parecía trasladarse de manera directa a la cancha, como si los nervios de la ocasión pasarán factura tanto a los jugadores como a los hinchas. Dentro de este contexto, Newell ‘s tenía pocos momentos que se podían rescatar, y entre esos destellos de luz se encontraba Facundo Guch, quien fue uno de los pocos que mostró realmente ganas de hacerse cargo del balón y llevar a su equipo hacia el ataque. Con una disposición incansable, intentó varias veces penetrar la defensa rival, jugando con su característico enganche hacia adentro, buscando siempre su pierna zurda. Sin embargo, la defensa de Unión, bien plantada y sólida, no se dejó sorprender con facilidad y logró anular las pocas incursiones del mediocampista rojinegro. Aunque el chiquitín demostró intención y valentía en cada acción ofensiva, nunca logró poner el balón en una posición clara para generar una verdadera oportunidad de gol. Tampoco fue mucho lo que pudo aportar Valentín Acuña, quien se mostró como el único jugador distinto en el planteamiento de Newell’s, ya que fue el que intentó aportar algo de fútbol y creatividad al juego. A pesar de su empeño por conducir las acciones ofensivas, se vio obligado a enfrentarse a la falta de apoyo de sus compañeros, quienes no lograron conectar con sus ideas. En una de las pocas jugadas claras, logró disparar al arco, pero su remate careció de la potencia necesaria y terminó siendo detenido por Matías Tagliamonte (la figura) el arquero de Unión, quien sin mucho esfuerzo se encargó de neutralizar la jugada. Si bien los jóvenes valores del equipo eran las cartas principales en el intento de progresar, no parecía haber suficiente conexión entre los jugadores experimentados y los más jóvenes para poder plasmar una jugada de peligro. Los pibes, como se suele decir en el fútbol, se desploman en el campo, pero sin la orientación adecuada, su esfuerzo no se traducía en oportunidades claras. En la zona ofensiva, todo quedaba condicionado a la ardua labor de Cocoliso González, quien, pese a no ser el jugador más destacado en términos de habilidad técnica, dejó todo en la cancha. Su sacrificio y su incansable esfuerzo fueron notables, ya que luchó de principio a fin contra los centrales rivales, se fajó en cada balón dividido y demostró una entrega incondicional a la causa. De alguna manera, Charli fue uno de los pocos que entendió a la perfección lo que se jugaba la Lepra esa noche del viernes, y por esa razón, sus constantes incursiones y su desgaste físico no pasaron desapercibidos. A pesar de su lucha y de los pocos espacios que logró generar en el área rival, nunca tuvo una ocasión clara para marcar, aunque su trabajo sucio, su capacidad de desgaste y su inteligencia para generar caos en la defensa de Unión merecieron un gol, que estuvo cerca de llegar en varias oportunidades. Sin embargo, la falta de apoyos y las deficiencias en la definición dejaron a Newell ‘s sin la recompensa a tanto sacrificio.
XI
Los primeros minutos del encuentro fueron claramente de estudio, a analizar las intenciones del adversario, buscando identificar patrones de juego, puntos débiles y debilidades en la formación rival. Cada pase, cada movimiento, cada presión sobre el balón parecía tener un objetivo claro: entender cómo atacaba y cómo defendía cada uno de los equipos. Era una especie de toma de contacto en la que, sin apresurarse, los jugadores iban buscando señales que les dieran una ventaja en lo que estaba por venir. El ritmo del juego era contenido, como si ambos equipos se estuvieran preparando mentalmente para el verdadero desafío, pero sin arriesgarse demasiado en esas primeras jugadas. Se notaba que, en ese arranque, el principal objetivo era no cometer errores, no exponer las defensas, y esperar el momento adecuado para adelantarse. A medida que el reloj comenzó a avanzar y los minutos fueron transcurriendo, Newell ‘s empezó a mostrar una ligera inclinación hacia el ataque por las bandas. Con el balón en los pies, el equipo de Lucas Bernardi buscaba constantemente generar situaciones ofensivas mediante desbordes por los costados, con la esperanza de abrir la defensa rival y crear espacios que pudieran ser aprovechados por los delanteros. Lo que se evidenció con el correr de los minutos fue que el principal déficit de Unión durante toda la primera parte del encuentro fue precisamente su falta de capacidad para defender de manera efectiva las jugadas de pelota parada. Mientras Newell’s no lograba crear un juego fluido, su principal vía de ataque se centró en los tiros de esquina, y de hecho, en los primeros doce minutos del primer tiempo, el equipo de Bernardi acumuló tres tiros de esquina. No obstante, el equipo rojinegro no logró sacar provecho real de ellos, debido en gran parte a la falta de precisión en los centros y a la falta de conexiones dentro del área. ¿Y Unión? Parecía no encontrar respuesta para frenar los avances, y mucho menos para atacar con contundencia. Aunque La Lepra intentó seguir atacando por las bandas y en jugadas de pelota detenida, lo cierto es que su juego no evolucionaba. La falta de asociación entre los jugadores, la ausencia de movimientos fluidos y la desconexión entre las líneas del equipo impedían que Newell’s pudiera realmente imponer su estilo de juego. Por el contrario, el conjunto de Bernardi parecía estar limitado a pelotazos largos, balones despejados a lo largo del campo, con la esperanza de que algún jugador pudiera ganar la disputa física y generar una situación de peligro. Esta dependencia de los pelotazos largos, en lugar de un juego más elaborado y controlado, hacía que el equipo de Newell’s careciera de profundidad real y de una identidad clara en su ataque.

XII
Lucas Bernardi, a bordo del 4-2-3-1, trató de dejar mano a mano a Luciano Herrera, que jugó como punta y complicó muchas veces a Maizon Rodríguez (5,5) mediante su velocidad y potencia. Ganó muchos córneres, pero no pudo quedar de frente al arco, salvo un remate desviado en el final y a Carlos González, que también ganó mucho de arriba, a veces tratando de habilitar a un compañero, otras generando acciones personales. Tuvo un remate desviado. En cuanto al uruguayo, alternó buenas y malas. Mostró un compromiso defensivo que fue vital para el funcionamiento, pero también cometió errores que, en un partido de tanta exigencia, fueron notorios. Una de las características más marcadas de su actuación fue su capacidad para rechazar pelotas peligrosas y despejar balones hacia los costados cuando se encontraba en situaciones de igualdad o enfrentaba a los delanteros rivales de Newell’s. Esta fue una constante a lo largo del encuentro, ya que, cuando veía que no podía evitar el remate o la llegada peligrosa, prefería rechazar el balón de manera segura hacia las bandas para evitar complicaciones mayores en el área. Si bien estos despejes fueron acertados en muchos casos, también hubo situaciones en las que no pudo anticiparse de la manera adecuada a los movimientos de los atacantes de la Lepra, quienes se mostraron rápidos y bien posicionados para ganar los duelos aéreos. En particular, el juego aéreo de Newell’s resultó ser uno de los puntos más débiles para la última línea defensiva que se vio superado en varias ocasiones. A lo largo del partido, los delanteros como Luciano Herrera y Carlos González utilizaron su capacidad física para desmarcarse y llegar primero a los balones. El primero de ellos generó más de un problema con su potencia y velocidad, y en este tipo de situaciones, el uruguayo, que no es precisamente un defensor que se destaque por su dominio aéreo, sufrió.
XIII
Mauro Pittón (7) se comió la cancha. Gran primer tiempo. Se encargó de ganar la mayoría de las segundas pelotas y de imponerse en los duelos individuales. Anticipo y quite en el círculo central permitió que el Tate tenga transiciones rápidas que, si bien no siempre culminaron en ocasiones claras de gol, fue un indicio de su rol clave en el esquema táctico. Oficio en las coberturas y despliegues por todo el campo, posicionándose en lugares estratégicos para asegurar que Unión tuviera estabilidad tanto en defensa como en el contragolpe. No dudó en acercarse al área rival en busca de oportunidades para crear peligro. En varias ocasiones, se atrevió con disparos de media distancia, buscando sorprender al arquero rival, Juan Espínola. Si bien estos remates no fueron de gran peligro, demostraron la intención de involucrarse activamente en todas las facetas del juego. La disposición para sumarse al ataque y su capacidad para interpretar el momento del partido le dieron un dinamismo invaluable a la mitad de la cancha, y su rendimiento en los primeros 45 minutos fue de lo más destacado de su equipo. En el segundo tiempo, bajó considerablemente su nivel. La intensificación del dominio de Newell’s en el mediocampo le dejó poco margen para intervenir, y su participación en la circulación del balón fue reducida. A pesar de sus esfuerzos por intentar recuperar la dinámica que mostró en el primer tiempo, no logró imponer su presencia como lo hizo antes del descanso. La presión alta y la mayor posesión del equipo rival lo limitaron a ser un espectador más, sin la posibilidad de desplegar toda la calidad que había demostrado en la primera parte. A pesar de esta disminución en su nivel de juego, su actuación en la primera mitad fue lo suficientemente sólida como para asegurarle una calificación positiva, y se notó la diferencia cuando estuvo presente, tanto en la contención como en la generación de juego. Por otra parte, Mauricio Martínez (4) intentó ser una opción de salida desde el mediocampo en el primer tiempo, sigue sin levantar su nivel. Trató de ser el motor de la circulación de la pelota en el mediocampo, buscando darle un buen destino a los pases con toques cortos y con algunos cambios de orientación para intentar aprovechar la superioridad numérica de Unión por las bandas. Careció de precisión y claridad, porque no logró conectar de forma efectiva con sus compañeros en varias ocasiones lo que hizo que la circulación del balón de su equipo se volviera más predecible y menos fluida. En el segundo tiempo, fue flojísimo lo de Caramelo. La dificultad para hacerse con el control de la pelota y la falta de precisión en sus decisiones comenzaron a pesar cada vez más en su rendimiento. En los momentos más críticos del partido, el ex Central cometió varios errores que, por suerte para Unión, no terminaron en situaciones de gol en contra. Uno de los momentos más preocupantes fue una pérdida de balón en una jugada peligrosa, que podría haber significado el empate de Newell ‘s. En esa ocasión, el balón llegó a un cabezazo de un jugador rival, que fue milagrosamente tapado por Matías Tagliamonte, el arquero rojiblanco, quien con una atajada crucial salvó el gol. Apenas unos minutos después, Martínez volvió a cometer un error, esta vez perdiendo el balón ante Gonzalo Maroni, quien acababa de ingresar al partido. Maroni hizo un enganche brillante y disparó al arco, pero Tagliamonte, nuevamente, intervino con una mano salvadora, evitando que el balón se colara en su arco.
XIV
En la vida existen tres cosas que, una vez que se van, nunca regresan: el tiempo, las palabras y las oportunidades. A lo largo de todo este 2025, Agustín Colazo (7) supo que debía aprovechar esas oportunidades que se le presentaban, y en este partido, no falló. Su historia en Unión comenzó con el pie izquierdo, cuando arribó en enero de este año como el cuarto goleador de la Primera Nacional 2024. Le costó adaptarse al fútbol de Primera División. En sus primeros partidos, parecía que esa falta de fortuna lo seguía, ya que a pesar de estar involucrado en cada jugada ofensiva, no lograba concretar las situaciones que generaba. Era común observar al ex Aldosivi acercarse al área rival, pero la falta de efectividad se volvía evidente cada vez que su remate no encontraba el destino adecuado. Fue un ciclo de frustración, donde la presión se acumulaba y las expectativas eran altas, pero el delantero no lograba responder de inmediato a esas exigencias. Pero fue Madelón, quien, en una conferencia de prensa, dejó claro que confiaba en las capacidades del delantero y lo instaba a quedarse, pues, veía algo en él. Y no se equivocó. El DT entendió que bajo esa capa de inseguridad, había un jugador con características que podían aportar mucho al equipo, y su confianza fue el punto de inflexión. Empezó a ganarse la titularidad y, poco a poco, comenzó a mejorar. A los 24’, capitalizó un gran centro de Mateo Del Blanco colocando el balón al ángulo superior izquierdo de Juan Espínola. Hizo todo lo que podía realizar un centrodelantero: aprovechar la única chance que tuvo.

XV
¿Y qué decir del cumpleañero? Con tan solo 22 años, Mateo Del Blanco (6,5) continúa demostrando por qué es considerado uno de los mejores laterales izquierdos del fútbol argentino. Sigue siendo un jugador que se encuentra en constante crecimiento y con un futuro prometedor, y esta vez no fue la excepción. En una semana en la que su representante, Julio Cataldo, anunció que había recibido propuestas para emigrar al fútbol europeo, con interés de equipos de Italia y Francia, el chico optó por quedarse en Unión, decidido a seguir siendo parte de la institución que le brindó la oportunidad de debutar en la Primera División. Está claro que tiene ambiciones de crecer y seguir evolucionando como futbolista. No se le puede coartar la carrera y más a esta edad donde hoy en día, los futbolistas, y más de este nivel, quieren priorizar lo económico y tener un buen bienestar para el resto de sus vidas. En relación al partido, trató de incorporarse al ataque, con ímpetu y dinamismo. Generó algunas acciones que pudieron haber sido más productivas si el resto de los compañeros hubieran estado más finos en los metros finales. Terminó asistiendo con un centro perfecto a Agustín Colazo, quien se encargó de poner el 1-0 final. Hoy por hoy, es el lateral con mayor asistencia del fútbol argentino. Si hay algo que hay que marcarle como aspecto negativo, pero muy chiquitito, es que tuvo falencias para el control de la pelota. No obstante, terminó siendo uno de los puntos altos -una vez más- en el triunfazo tatengue.
Luego del 1-0, Unión empezó a crecer en el desarrollo del juego, mediante juego asociado, juntando pases, basculación de izquierda a derecha, velocidad por las bandas, tanto con las subidas de Del Blanco como de Lautaro Vargas (6). Los que habitualmente leen los análisis, considero que es un lateral en el cual tiene buenas intenciones, pero no termina de tener transparencia en los metros finales. Se encargó de neutralizar una de las mayores amenazas ofensivas de Newells, que no era otra que Jerónimo Russo. Con gran inteligencia y capacidad de lectura, fue prácticamente imbatible, desactivando los movimientos del volante leproso, quien en otras ocasiones se había mostrado peligroso. No permitió que Sosa, uno de los juveniles que debuta de la mano de Lucas Bernardi, tuviera libertades por su banda, y con una marcada actitud defensiva, impidió que las proyecciones del joven futbolista pudieran generar inquietudes sobre el arco defendido por Tagliamonte. Ganó 10 de los 13 duelos directos. En la materia ofensiva, mostró su disposición para colaborar con el ataque, sobre todo por el costado derecho. Junto a Julián Palacios, trató de generar un tándem interesante en la banda, buscando desbordar por ese sector y habilitar a los delanteros con centros al área. Su incursión por la banda derecha permitió que Unión pudiera generar algo de peligro en una zona del campo que, a pesar de no ser la más productiva en términos de peligro, sí sirvió como apoyo a la construcción del juego de su equipo. Levantó algunos centros que, si bien no encontraron a los delanteros tatengues, demostraron que no solo era un defensor sino también un futbolista con capacidad para contribuir en las transiciones ofensivas. En el segundo tiempo, y con el equipo más replegado en defensa ante los embates de Newell’s, se mostró más contenido y centrado en cumplir con su misión principal: asegurar el orden defensivo. El repliegue de Unión fue claro, consciente de que el equipo debía proteger el resultado, se dedicó más a la cobertura y a cortar los ataques rivales. Sintió una molestia muscular que le impidió seguir en el campo de juego, lo que le valió pedir el cambio antes de que la situación se agrava. Ante su salida, el uruguayo Álvarez ingresó para ocupar su lugar y continuar con la labor defensiva que, hasta ese momento, había sido tan efectiva. A pesar de su reemplazo, la actuación de Vargas fue una de las más destacadas del partido, pues no solo cumplió con su función de manera excepcional, sino que también demostró una madurez y control emocional impresionantes, teniendo en cuenta el contexto tan particular de este enfrentamiento.
XVI
Algo irregular Julián Palacios (5) por el costado derecho. A su favor, tuvo mucha movilidad para el ida y vuelta. Encabezó algunos contraataques demostrando su velocidad, pero como suele suceder en gran parte de los partidos, le falta tener mayor claridad en los metros finales. Se mostró ágil y capaz de desmarcarse con velocidad, llevando el balón de un área a otro y buscando siempre el espacio para progresar hacia el campo. Tomó decisiones erradas o no logró poner los centros adecuados, lo que dejó a sus compañeros sin opciones claras para finalizar las jugadas. Este déficit en la toma de decisiones y en la calidad de sus pases en los últimos metros fue una de las principales críticas a su desempeño, ya que en situaciones clave no logró concretar lo que podría haber sido una buena oportunidad para su equipo. Asumió la responsabilidad para cubrir más terreno y convertirse en la principal vía de salida ofensiva por su costado cuando Lautaro Vargas no subía al ataque con la frecuencia habitual. Mientras tanto, poco de Newells. Filtraba muchos centros al área, y abusaba mucho del pelotazos, sin claridad ni profundidad. En la mitad de la cancha, Martín Fernández estuvo mucho mejor que otros partidos. Tuvo dinámica y varios quites. Se lo vio comprometido, aunque con limitaciones a la hora de jugar, mientras que Russo deambuló en el partido entre jugar de carrilero ofensivo o volante defensivo. El desgaste físico le impidió tener potencia cuando pasó al ataque. Tuvo una chance clarísima de gol, dentro del área chica, pero no le dio de primera y lo tapó Tagliamonte.

XVII
El arbitraje de Fernando Espinoza fue, en términos generales, bastante flojo y dejó mucho que desear. A pesar de que, en comparación con otros encuentros, no se vio involucrado directamente en ninguna polémica de gran magnitud, su dirección del juego estuvo marcada por una constante sensación de desequilibrio. Mientras que no hubo jugadas claras que se pudieran señalar como escandalosas o mal sancionadas, lo que más destacó fue la cantidad de decisiones pequeñas, esas “chiquititas”, que en su mayoría favorecieron al equipo de Newell’s. Sin que fuera evidente en todas las jugadas, se pudo notar una tendencia en la que las faltas más dudosas o los pequeños detalles siempre caían del lado de los rosarinos. Este tipo de decisiones, aparentemente inofensivas, fueron acumulándose a lo largo del partido y terminaron afectando la dinámica del juego, en especial para algunos jugadores de Unión, que sintieron esa falta de equilibrio en la aplicación del reglamento. Uno de los jugadores que más lo sintió fue Valentín Fascendini (4), quien estuvo claramente condicionado desde el primer momento debido a una durísima infracción a Carlos González. La falta fue fuerte, evidente, y tuvo un impacto claro en el rendimiento del defensor, quien, al quedar amonestado desde el arranque, tuvo que cuidarse más de lo habitual para no quedar expuesto a una expulsión. Este tipo de situaciones no son fáciles de manejar para un jugador, especialmente cuando se trata de una jugada temprana en el partido, que deja al futbolista con la sensación de tener que estar constantemente vigilante para no cometer otro error que lo ponga al borde de la sanción. Fascendini, que hasta ese momento estaba siendo un hombre importante para la defensa de Unión, se vio limitado en su capacidad de reacción, ya que cualquier contacto o acción en la que pudiera verse involucrado corría el riesgo de ser sancionado nuevamente. Esto le generó una presión adicional que afectó su rendimiento durante gran parte del encuentro. Por esta razón, las opciones de defensa por su zona fueron más limitadas, y el equipo de Bernardi pudo aprovechar esta situación para generar algunos problemas por ese costado.
XVIII
El principal problema para Unión en ese sector fue la capacidad de Newell’s para filtrar balones con precisión, especialmente a través de Alejo Montero. Los jugadores de Newell’s, sabiendo que la banda de Fascendini estaba debilitada por la amonestación temprana, empezaron a explotar esa zona constantemente. Montero, a pesar de no tener una actuación deslumbrante, pudo proyectarse con más libertad, lo que permitió a Newell’s penetrar una y otra vez por esa zona. El ex Boca no podía permitirse ser tan agresivo en sus intervenciones, y eso dejó a su equipo más vulnerable a las incursiones de los rivales. Por lo tanto, el equipo de Madelón tuvo que ajustar su estrategia. El técnico tuvo que hacer una corrección táctica para cubrir la fragilidad defensiva que surgió debido a la falta de libertad de su defensor. Esta modificación fue clave para que Unión pudiera mantenerse firme en la primera parte y evitar que las filtraciones y los desbordes de Montero se convirtieran en una amenaza mayor. A pesar de la presión constante, Unión logró salir del primer tiempo con una ventaja, gracias en parte a la capacidad de su defensa para aguantar el asedio y a la actuación de otros jugadores que supieron mantener el orden defensivo. Por otro lado, aunque Newell’s mostró algunas mejoras en comparación con otros partidos, sobre todo en términos de intensidad y volumen de juego, los resultados continuaron siendo los mismos. A pesar de que hubo una ligera mejora en cuanto a la actitud y la disposición para atacar, especialmente con la voluntad de filtrarse por las bandas y tratar de desequilibrar con centros y pases entre líneas, la realidad es que las oportunidades claras siguieron siendo escasas. El equipo de Bernardi seguía careciendo de la claridad necesaria para generar jugadas de peligro real. Los intentos eran constantes, pero no tenían el peso ni la precisión suficientes como para poner en serios aprietos al arquero rival. La fragilidad defensiva que mostró Newell’s por el costado de Montero y la falta de conexión en el último tramo fueron aspectos que no permitieron que el equipo pudiera traducir la posesión de balón en jugadas de gol concretas. Unión, aunque no fue brillante, aprovechó las situaciones de juego a su favor, y con una sólida defensa y un sistema bien estructurado, pudo manejar la ventaja obtenida en la primera mitad.
XIX
En el comienzo del segundo tiempo, Madelón aseguró el cambio que se vislumbraba antes que finalizara la primera etapa. Adentro Juan Pablo Ludeña (4) para marcar a Cocoliso González, sin embargo, no entró como se esperaba. En un encuentro donde la presión y la intensidad del juego aumentaban conforme pasaban los minutos, no pudo adaptarse a las exigencias que el partido le planteaba. Siempre había sido una de sus principales fortalezas, pero esta vez se vio superado por los movimientos rápidos. Durante el partido, fue constantemente anticipado, y esa falta de precisión en los duelos individuales no solo lo dejó expuesto, sino que también dificulta que Unión tuviera el control del balón en zonas clave del campo. En el inicio del segundo tiempo, centro de Valentino Acuña y salvada providencial del tatengue tras un cabezazo de Cuesta. Newell’s empujaba. A partir de los 11 minutos, comenzó a enaltecer la figura de Matías Tagliamonte (9). Si hay algo que dejó en claro el encuentro disputado en el Parque de la Independencia, es que, gracias a las intervenciones providenciales de su arquero, Unión logró traer a casa un triunfo que, de no haber sido por las manos del rafaelino probablemente hubiera sido muy difícil de alcanzar. En una jornada en la que las jugadas de peligro no fueron pocas, el arquero rojiblanco demostró una vez más que su presencia bajo los tres palos es, sin duda alguna, uno de los principales pilares sobre los cuales se cimienta el éxito del Tate. Bigote fue el gran héroe de la noche, y sin su protagonismo decisivo, el resultado podría haber sido otro. Desde el primer minuto de partido, la actuación de Tagliamonte se destacó, y lo hizo con la misma eficacia que en otras ocasiones clave, como en el enfrentamiento ante Defensa y Justicia. Unión, que había logrado una victoria contundente en aquel partido gracias a su arquero, repitió la fórmula. Al inicio del segundo tiempo, cuando los equipos ya se habían reagrupado y Newell’s salió decidido a buscar el empate, volvió a ser la figura central del partido. Apenas comenzados los primeros dos minutos de la segunda mitad, los locales llegaron con fuerza al área rojiblanca. Fue allí cuando Facundo Cuesta, luego de un centro desde la banda, conectó con un cabezazo que parecía destinado a romper el empate en el marcador. Sin embargo, una vez más, la agilidad se hizo presente. A pesar de estar parcialmente tapado por un defensor, el arquero reaccionó con reflejos felinos y desvió el balón hacia un costado, salvando a su equipo de lo que ya se perfilaba como una clara ocasión de gol para Newell’s. Pero la actuación del arquero de Unión no se limitó a esos dos momentos.

XX
A los 11 minutos del segundo tiempo, cuando el partido se jugaba a un ritmo frenético, se produjo otra jugada decisiva. El balón fue bajado de cabeza por Luciano Herrera hacia Jerónimo Russo, quien, dentro del área chica, se encontró con la oportunidad de disparar. Era una situación de alto riesgo para Unión, ya que el remate de Russo se ejecutó en una fracción de segundo. No obstante, demostró una vez más por qué es considerado uno de los mejores arqueros de la categoría, se lanzó hacia el balón con precisión y logró tapar el disparo en una acción que, de haberse concretado, hubiera sido casi imposible de evitar para cualquier otro guardameta. Pero el arquero rojiblanco aún tendría una intervención más que justificaría su calificación en el partido. A los 23 minutos, cuando Gonzalo Maroni encaró directamente hacia el arco, el delantero de Newell’s eludió a Rodríguez con facilidad y se dispuso a disparar. Con toda la intención de romper el empate, Maroni intentó un remate potente de derecha que, parecía, no dejaría ninguna opción a Tagliamonte. Sin embargo, el arquero se estiró de manera increíble y alcanzó a desviar el balón con la punta de sus dedos, enviándolo a un costado. Este tipo de reacciones, donde el arquero no solo tiene que detener disparos de gran dificultad, sino también anticipar los movimientos y las intenciones de los atacantes rivales, fueron la verdadera clave para que Unión pudiera mantener el cero en su arco. Ya con el tiempo casi agotado, cuando el reloj marcaba el minuto 48 y el partido se acercaba a su fin, Tagliamonte volvió a mostrar su destreza. Un disparo cruzado de González, uno de los futbolistas más peligrosos de Newell’s, amenazaba con ser el último golpe de la noche. Sin embargo, el arquero rojiblanco, con una estirada espectacular hacia su costado, alcanzó a rechazar el balón con la mano, evitando el gol en una de las últimas jugadas del encuentro. Esta intervención, tan decisiva como las anteriores, no solo ratificó su papel como la gran figura del partido, sino que también subrayó el hecho de que, sin la presencia de Matías Tagliamonte en el arco, Unión probablemente no habría podido celebrar este importantísimo triunfo en territorio rival.
XXI
Newell’s asumió la iniciativa, lo sometía. Empezó a jugar a la pelota larga, ya sin las energías ni el orden del inicio. Igual iba al frente a pura vergüenza y amor propio. Adentro Calderara y Mosquera y afianzó los cuatro atrás. A Unión le sobraba un delantero. Necesitaba de un volante que se haga dueño de la pelota. A los 13′, entró Marcelo Estigarribia (5) por Cristian Tarragona (4), que tuvo mucha lucha, poco juego. El delantero de Unión, quien siempre se destaca por su esfuerzo y su compromiso en la presión, terminó saliendo del campo debido a una molestia física, lo cual evidenció las dificultades que enfrentó durante el encuentro. Tarragona, sin embargo, no dejó de luchar. A pesar de no ser un jugador que se caracteriza por su trabajo defensivo, se tiró atrás para formar parte del circuito ofensivo, colaborando en la creación de jugadas y tratando de mantener la posesión del balón en zonas más retrasadas, ya que las oportunidades claras de gol fueron escasas. No logró generar ocasiones de peligro, pero su presencia y movimiento fueron importantes en el desgaste físico del rival, que tuvo que lidiar con su capacidad para hacer desmarques y arrastrar marcas. Lo cierto es que el rendimiento estuvo muy alejado de lo que normalmente se espera de él en términos de productividad ofensiva. Las lesiones no solo lo limitaron físicamente, sino que también le impidieron explotar las situaciones que habitualmente sabe aprovechar. Si bien mostró sacrificio, el partido le fue desfavorable, ya que se vio más lejos del área rival de lo habitual, y su capacidad para desequilibrar o llegar a posiciones de gol nunca se materializó. Sin embargo, su voluntad de contribuir al equipo y su disposición para jugar a pesar de la molestia física hablan de su carácter y de la importancia que tiene para el grupo, aunque el partido no haya sido el mejor en cuanto a rendimiento personal.

XXII
En cuanto al Chelo, la entrega y la predisposición que lo caracterizan. Entró en el segundo tiempo cuando el equipo necesitaba más presencia en el mediocampo para frenar el avance de Newell’s. En los primeros minutos de su ingreso, sufrió un golpe en la rodilla. Sin embargo, lejos de rendirse, se dedicó a colaborar en la mitad de la cancha, luchando en el cuerpo a cuerpo y ayudando en la contención, especialmente cuando el equipo rival intensificó su presión. A pesar de estar limitado físicamente, el entrerriano luchó mucho de espaldas al arco y, en una de sus intervenciones, generó una falta en la que el defensor Cuesta debió haber sido expulsado por una acción imprudente. No dio ninguna pelota por perdida, a pesar de las molestias y la falta de ritmo. Como en toda la noche, Unión no le encontraba solución a los pelotazos frontales. Newells disponía del balón, pero no tenía movilidad, le faltaba mayor opciones de pases. Unión, asimismo, cuando se recuperaba, era un equipo bastante largo. A los 23′, otra pérdida de Mauricio Martínez en la mitad de la cancha, Cocoliso habilitó a Maroni, el enganche y el remate al medio que tapó Matías Tagliamonte. Un minuto más tarde, Nicolas Paz (-) entró en reemplazo por Vargas, quien acusó una molestia física. Pero su papel en el campo fue más defensivo que ofensivo, ya que, debido a la modificación de la formación táctica, se terminó ubicando en una línea de cinco defensores. Con esta nueva disposición, el equipo se protegió más en los metros finales, y Paz jugó más resguardado, cuidando su zona y esperando la posibilidad de algún contragolpe. Su función principal fue mantener el orden y la estructura defensiva, algo que cumplió sin desentonar, aunque no tuvo mucha participación en el ataque. Unión tenía que salir un poco más del área suya. No podía ser que lo único que hiciera era sacarse la pelota encima. Leonardo Madelón oxígeno las bandas. Pero lo de Franco Fragapane fue invisible. Con un partido en el que la posibilidad de salir de contra y jugar con espacios era clara, no logró desequilibrar como se esperaba de él. En sus incursiones por la banda, no consiguió hacer la diferencia, y su presencia no fue suficiente para poner en aprietos a la defensa leprosa. A pesar de las oportunidades para aprovechar su velocidad y agilidad, el delantero no pudo encontrar esos huecos en la defensa de Newell’s, y terminó pasando desapercibido. La falta de acción en el juego ofensivo fue uno de los puntos más bajos de su rendimiento en este partido, en el que tuvo pocas opciones de influir en el marcador. Mientras tanto, Emiliano Álvarez ingresó con la tarea de reforzar la defensa por el costado derecho, pero terminó adaptándose a un rol más conservador debido a la situación del partido. Aunque inicialmente se esperaba que jugara como carrilero y participará en la fase ofensiva, terminó desempeñándose como lateral, quedándose más cerca de su área para proteger su sector. Su trabajo defensivo fue correcto, pero su contribución al ataque fue nula. En un partido que ya estaba muy equilibrado y cerrado, se dedicó a lo que el momento requería: cuidar su sector y mantener la solidez defensiva del equipo, sin arriesgarse a subir demasiado. El partido se “rompió” en el final, Unión lo aguantaba y Newell’s empujaba sin claridad. Y cuando encontraba profundidad, enfrente había un escollo insalvable llamado Matías Tagliamonte. La pelota y el terreno eran del local y Unión se amontonaba atrás, formando un valladar insuperable para el rival que ya jugaba contra Unión, contra el reloj y contra sus propias limitaciones. Unión lo ganó por lo que hizo en el arranque del partido. Lo ganó por la inteligencia de Colazo y su precisión para meter el cabezazo que se le coló a Espínola y lo dejó sin chances. Lo ganó por su orden defensivo y por el temple para aguantar cuando debió hacerlo. Y lo ganó porque en esta noche de Halloween, la brujería la hizo su arquero: Matías Tagliamonte. Cortó una racha de 23 años sin ganar en el Coloso y recuperó la punta en su zona. Entero o a pedazos, el Tate va.
https://x.com/DarioFiori2/status/1984443866875830491



